viernes, 31 de enero de 2014

EL LAICISMO ES UNA IDEOLOGÍA QUE ENCUBRE LA INTOLERANCIA. REFLEXIONES TEOLÓGICAS DOMINICALES. 2 FEBRERO 2014.



EL LAICISMO ES UNA IDEOLOGÍA QUE ENCUBRE LA INTOLERANCIA.
REFLEXIONES TEOLÓGICAS DOMINICALES. 2 FEBRERO 2014.
La sociedad laica no existe como realidad intrínsecamente histórica. Existe fantasmalmente como ideología y se hace relativamente práctica en la intolerancia  de una seudo-neutralidad racionalista o seudo-científica. Es un estatismo sectario. Es la consecuencia lógica de un secularismo intolerante, inseguro de sí mismo, que quiere aplastar la libertad religiosa. Se permite e incluso se alienta la creencia personal en Dios, siempre y cuando se limite a la esfera personal. Para los laicistas más fanáticos, la religión es una superstición que debe ser privatizada. El intento ha logrado poner algunos obstáculos legales para vivir la fe en los espacios públicos y civiles comunes, pero la radicalización de la vida democrática, que a pesar de todo sigue latente, terminará de configurar un pluralismo verdaderamente tolerante.
1.- La intolerancia del laicismo es una forma de violencia, porque precisamente implica “forzar por medio de la fuerza de un sistema legal”, legítimas expresiones de la identidad religiosa. Chile no es un país laico. Chile es una sociedad pluralista. Este último concepto expresa más amplitud. El Estado Chileno podríamos definirlo como laico, pero no laicista. Y mejor sería definirlo como un Estado pluralista que tiene el desafío de ser cada vez más  inclusivo. El término laico en este contexto, pertenece más a la historia, a un pasado que cada vez está más lejano, cuando el clero era un poder político autoritario o una clase social dominante. Hoy quedan restos de clericalismo que no parecen tener mucho futuro en una Iglesia que a veces con dolor ha tomado conciencia que necesita renovarse, con un laicado católico más corresponsable de su vida interna e influencia participativa en la sociedad civil. Es nuestra esperanza.
2.- El laicismo excluyente pretende que las personas religiosas tanto civiles como consagradas deben vivir en los espacios públicos como sí Dios no existiera. El hombre y mujer contemporáneos o de la post-modernidad, deben actuar en el ámbito temporal como si Dios no existiera. Para esta ideología intolerante, Dios está destronado. Sí existe, o es un gran arquitecto deísta no providente, o un símbolo de un ideal, etc.  es casi lo mismo; pero es meramente un sentimiento privado, donde se encierran todas las metafísicas que se quieran, siempre que se manifiesten fuera de la vida pública. Esta es una tentativa extrema, hay formas más atenuadas de laicismo, que la dialéctica histórica ha construido superando la teoría original.
3.- ¿Quién tiene derecho a definirle la vida interior y social o pública a un ateo o agnóstico? ¿Hay una autoridad legítima que le pueda imponer a una persona no-creyente la forma o manera como debe vivir  su indiferencia religiosa o no-creencia? No estoy escuchando ninguna respuesta de un ateo o agnóstico o de un fundamentalista islámico. Pero, la respuesta es no. ¿Por qué entonces se pretende definir las fronteras de lo religioso desde una neutralidad que históricamente nunca ha existido,  y que ha generado persecuciones sangrientas para los creyentes, cuando se intentó imponer con métodos totalitarios? Como la sexualidad, lo religioso cubre, por así decirlo,  toda la vida personal y social de un creyente. La castración que impone el laicismo es anti-democrática y anti-humana. Otra cosa es vivir desde la identidad en una sociedad plural y diversa.
4.- El laicismo es una ideología anacrónica, propia de los últimos siglos. Que luchó contra un clericalismo político, también anacrónico en su momento, para hacer posible una sociedad de ciudadanos libres y responsables. La historia rescata aspectos muy positivos de esta lucha anti-clericalista, sin desconocer graves aberraciones contra los creyentes. Hoy la tolerancia y respeto a la diversidad ameritan una mayor profundización y coherencia para hacer posible una sociedad más inclusiva. Intentar castrar o negar una dimensión humana y trascendental como es lo religioso como expresión pública o social, traerá graves perturbaciones, sí se intenta imponer con más efectividad,  porque la resistencia de los creyentes a este abuso es inevitable. ¿Qué está pasando en Europa, por ejemplo?
5.- La tolerancia no se basa en la negación de una verdad religiosa, sino en la convicción de que ninguna verdad religiosa o moral, se impone contra la libertad personal. La verdad se propone con libertad para ser aceptada o rechazada con libertad. Este es otro tema más radical que la ideología tolerantista y anti-católica del siglo XIX, por ejemplo. La libertad personal, que no es liberalismo racionalista, es esencial en esta nueva visión sobre el respeto, tolerancia y diálogo con la diversidad. Podemos concordar con Santo Tomás de Aquino, teólogo del siglo XIII, que el ser humano debe ser como Dios quiere que sea, pero hoy tenemos muy claro, sobre todo después del Concilio Vaticano II, que nadie tiene derecho a imponer la fe y más aún, ontológicamente no se puede imponer a nadie. Solamente la libre aceptación de Dios en la vida personal hace posible que la verdad religiosa tenga un lugar en la historia de la salvación de cada creyente. La verdad no se puede separar de la libertad y del amor.  Pero, todo esto se acepta libremente.
6.- Podemos captar con claridad que nuestra sociedad secular “seudo-liberadora” inevitablemente deja un vacío profundo en la raíz vital del hombre moderno, que causa una gran frustración y desolación, instaurando una angustia existencial. Podemos ver como este rechazo a lo realmente religioso no puede dejar de traer tristeza y hasta desesperación, pero el respeto a la libertad personal debe ser permanente. Nuestro respeto y tolerancia, valida nuestra autoridad moral situada en un contexto democrático, para cuestionar y denunciar la tentativa totalitaria de todo laicismo excluyente. El desafío es fomentar el pluralismo y los valores de la tolerancia, respeto, diálogo y fraternidad, entre otros valores  y no imponer una falsa neutralidad que aplasta la libertad personal y el mismo sentido de una persona libre y responsable ante sí misma, la sociedad y sí es creyente, ante Dios. Una relectura actual de “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21) fundamenta lo antes dicho: los cristianos vivimos desde nuestra identidad, lo civil y lo sagrado, no lo imponemos a nadie y eso basta; los no-creyentes tienen el deber democrático de tolerar nuestra presencia activa en el mundo; nosotros los toleramos a ellos, incluso podemos dialogar y vivir fraternalmente. En realidad necesitamos vivir en paz y fraternidad.
Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.



lunes, 27 de enero de 2014

¿INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA? ¿CUÁNDO Y PARA QUÉ? ¿PARA QUE LOS GRUPOS ECONÓMICOS APÁTRIDAS SIGAN GANANDO DINERO?



 ¿INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA? ¿CUÁNDO Y PARA QUÉ? ¿PARA QUE LOS GRUPOS ECONÓMICOS APÁTRIDAS SIGAN GANANDO DINERO?





A propósito del fallo de la Haya. Una vez más Chile perdió. Pero, ¿qué Chile? ¿El Chile de los pobres o del chileno común o el Chile de los intereses de los poderosos del sector privado nacional e internacional? La tesis chilena era y es históricamente verdadera y relativamente justa, pero jueces extranjeros quisieron imitar  la mítica sabiduría del rey Salomón. Bachelet, acatará el fallo porque es lo único posible. De la misma manera tendrá que acatar lo que se logre negociar entre el sector privado y la agitación social que seguramente explotará en los próximos meses, ante los ojos de una mayoría pasiva que solamente quiere cosechar lo que otros siembran o intentan sembrar.
1.- Lo que puede ser ridículo para algunos, es un principio o una convicción para otros…No es ser ridículo tener sentimientos patrióticos. Un cierto nacionalismo fundado en el amor a los cercanos, no es insano en la medida que constituye una identidad que no se funda en la descalificación de otras identidades.  Por lo mismo más que calificar de ridícula una actitud  u opinión, lo que necesitamos  es tolerar  lo que  no nos parece válido. Vivir en democracia supone siempre coexistir con personas que sienten, piensan, creen, tienen sexo de maneras no convencionales, etc. La tolerancia y una ética mínima común son un primer fundamento permanente. Un diálogo valórico para mantener la funcionalidad de una institucionalidad democrática será siempre necesario en el plano nacional o internacional. No basta la lógica de los poderes económicos, políticos o militares o los intereses de los grupos económicos del mercado mundial. Esto sí se valora la paz social y el bienestar de la gente común, porque los poderosos viven con mucho placer sobre sistemas de opresión y en algunos casos se fortalecen o enriquecen con la guerra entre los pueblos. 
2.- Hablar de integración latinoamericana es muy fácil y oportunista como propaganda ideológica, sobre todo, cuando son los grupos económicos los que se han “adueñado” de los recursos naturales. ¿Quiénes son los “dueños” del mar chileno? ¿Los humildes pescadores?... ¿es mentira decir que el norte de Chile no es actualmente una prioridad de desarrollo para los macro-intereses? Miles de chilenos del norte se sienten abandonados por los políticos y lo dicen claramente. La chilenización del norte ha sufrido un retroceso. Esto  es urgente rectificar. Porque una integración entre Chile, Perú, etc. no se funda en una desnacionalización o deschilenización del norte chileno. Un nacionalismo chileno abierto a la diversidad internacional no es lo mismo que buscar la unidad planetaria despreciando los valores patrios o la historia de las pasadas generaciones. Hablar hoy de un chauvinismo es propio de pequeños grupos que no logran llegar a una mayoría significativa de chilenos. Esto es bueno, porque este tipo de nacionalismo fanático es contrario a una civilización de la paz y solidaridad entre los pueblos de la tierra.
3.- Hay un sector de la juventud chilena que ha perdido el sentido patriótico. Se nutre de la globalización que destruye identidades y valores.   Algunos de estos “habitantes jóvenes del mundo”, consumidores habituales de este sistema mercantil, hablan de “integración latinoamericana” y de paso, desvaloran el patrimonio de los “Padres de la Patria”, que son para ellos viejos borrachos, anacrónicos, “piezas de museo”, etc. Otros se dedican a falsificar la historia y así han “inventado” un Manuel Rodríguez con un discurso ideológico de izquierda o populista que lo parcializa odiosamente. Un Padre de la Patria tiene una proyección valórica y patriótica más amplia, donde solamente los opresores de las libertades del pueblo son legítimamente descalificados por este legado común.  Necesitamos historiadores que rescaten la historia, sobre todo, restableciendo la verdad histórica, es una tarea urgente. La enseñanza de la historia no puede quedar a cargo de grupos, partidos, profesores, etc. sectarios.
4.- No me satisface el fallo de la Haya, tiene una contradicción en su lógica. La “equidad” que se menciona en el fallo, no sigue el sentido del reconocimiento  de la tesis chilena sobre el paralelo que siempre defendió como límite marítimo. Realmente, existía un acuerdo entre Perú y Chile. Algunos dicen sueltos de cuerpo: “Chile pierde 19.312 kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva”. Y afirman casi delirando: “Fue un fallo salomónico, se reconoce paralelo como límite marítimo pero sólo hasta 80 millas”. ¿Por qué hasta las 80 millas solamente? Por decir algo. Se procedió conforme a derecho y se rompió esa rigurosidad con el resultado conocido. Seguramente hay macro-intereses que están muy satisfechos con este fallo.
5.- La integración de los pueblos latinoamericanos desde los intereses populares no tiene por el momento el apoyo de una conciencia social y cultural masiva. Saber integrar un sano patriotismo con la inclusión de otras sensibilidades nacionales o tradiciones de pueblos hermanos, es una tarea que no siempre se hace bien. Es más fácil vaciar las identidades y dejarse arrastrar por una “globalización” que desprecia los sentimientos patrióticos. Por lo tanto, incorporar a la conciencia ecuménica de la post-modernidad un humanismo planetario donde la diversidad está potenciada dialógicamente, es un objetivo de una política humanista y sobre todo, sí quienes la promueven son cristianos conscientes del momento epocal que vivimos. Un comunitarismo social cristiano, entre otros, tiene mucho que aportar en el Chile de hoy y en toda Latinoamérica.




Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

lunes, 6 de enero de 2014

EL TESTIMONIO ESPIRITUAL DE MI MADRE.

EL TESTIMONIO ESPIRITUAL DE MI MADRE.

La experiencia religiosa tiene su primer origen en el deseo salvífico de Dios. Dios nos “desea” desde lo profundo de su amor. El amor es un deseo inefable que integra todas las vitalidades de nuestro ser personal. Este deseo se hace concreto en nuestra vivencia humana. Lo mistérico se hace cotidiano. Tan concreto y sencillo como el amor de una madre. En este caso se hace presencia santa en el amor de mi madre. Mi madre, es una mujer muy humilde y sabia, que vivió el dolor que le generó una madre ausente que la abandonó por un amante. Sufrió la destrucción de su hogar, de su núcleo familiar. Su padre, mi abuelo, la recluyó en un internado de María Auxiliadora, en Santiago, allí creció y se hizo mujer y creyente. Fue novicia teresiana, pero por faltarle unos documentos familiares, (según el derecho canónico de ese tiempo anterior al concilio vaticano II) no pudo continuar en esta consagración religiosa. Después estuvo un año como hermana franciscana, pero no era su vocación y se retiró. Su vocación era carmelita no franciscana. Con los años se casó. Su espiritualidad teresiana-carmelita marcó mi infancia y adolescencia y toda mi vida. No digo que sea santa, pero su vida es una fuente de mi fe. En su humilde existencia se manifiesta Dios que me ama en su amor de madre. Mi madre es realmente pobre de espíritu y sin violencia ni arrogancia, y sin saberlo, denuncia las falsas pobrezas de quienes se disfrazan de pobres y son cómplices y complacientes con los que cosechan las utilidades de este sistema y se quedan en discursos populistas sin hechos concretos que cuestionen efectivamente la prepotencia de los que menosprecian a los pobres y humildes de este mundo.
Este poema que registro a continuación  y que escribí hace un tiempo sobre el testimonio espiritual de mi madre, intenta reflejar esta impronta de mi “sagrada madre”.
(Pido oraciones por ella, se encuentra enferma)

Mi Madre, una pobre de Yahvéh
(Poema para un espíritu de pobre)

Madre inmortal, fuente de mi origen
Camino recorrido de los pobres de Yahvéh.
Nunca tan libre, porque nunca tan pobre
como en su digno atardecer.
Alumbra el sol, su inmensa pequeñez.
Su niña invisible, creció en su silencio.
No se quiebra su espalda laboriosa
ni se extingue el fuego de su hogar.
Su dolor es una dulce sonrisa;
en su alegría canta un ruiseñor.
La envidia no entristece su existencia.
La pretensión, no falsea su dignidad.
La mediocridad, no ha envilecido su vida.
La calumnia, no la complace.
La arrogancia, no la conmueve.
No vive en el vano consumo
ni busca efímeras glorias.
No la enceguece el odio de clases
ni los violentos le arrebatan su paz.
Su realeza de mujer nunca abdicó.
Mañanas, tardes, noches,
la ven consagrar al cotidiano existir;
cultivar en el huerto su paciencia.
Compartir su pan con el frío del hambre;
acoger al indigente,
regalar su fe al agobiado.
Reposará incorrupta en mi tierra natal.
No la olvidarán nuestros huesos
ni sus huellas nos dejarán de guiar.
Cantaré con mi llanto su ausencia.
Ocultará su mirada, la luz del amanecer...
Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.

miércoles, 1 de enero de 2014

FUNDAMENTACIÓN DE LAS CLASES DE RELIGIÓN CATÓLICA, COMO UN ESPACIO DE DIÁLOGO VALÓRICO.



FUNDAMENTACIÓN DE LAS CLASES DE RELIGIÓN CATÓLICA, COMO UN ESPACIO DE DIÁLOGO VALÓRICO.


El aporte formativo de la Clase de Religión católica, supone la dimensión ético-valórica del Cristianismo como realidad cultural que tiene en la trascendencia divina y humana, el fundamento de los valores y principios que configuran una concepción de la Vida y del Ser Humano. Es una antropología que inspira una educación religiosa, incluso toda una Concepción de la Educación, propositiva no impositiva.
Sin negar los principios o doctrina dogmáticos, se considera que lo que se proyecta en la vida concreta son los valores que se fundan en estos principios y doctrinas. Estos valores son expresiones vitales que informan y vitalizan la actitud y conducta de la persona. Toda la teoría actual de la Educación dice de diferentes maneras y acentos que la Persona humana es el objetivo de la Educación.
La Educación como contexto está inserta en la diversidad socio-cultural, ideológica, religiosa, etc. Definitivamente coexisten diferentes credos y visiones de la vida, moral y ética social y personal. Esto no se puede uniformar arbitrariamente desde una lógica democrática y tolerante. El diálogo es un factor clave en nuestra convivencia cívica o por lo menos se dice en teoría, y la Clase de Religión Católica busca superar lo teórico para construir en la conciencia de los educandos, una praxis dialógica. La religión católica actual promueve el diálogo con la diversidad socio-cultural-religiosa. Es urgente educar desde la fe en diálogo con la sociedad secular, en los valores de la tolerancia, solidaridad, sentido social, vocación, ética profesional, respeto entre creyentes y no-creyentes, etc. Hoy la religión se entiende como una fuente de valores humanos y espirituales que tolera, respeta y admira lo diverso. Dios no es un dogma de un grupo sectario. Tampoco es una mezcla de elementos indefinidos. La concepción de Dios como Persona es vital para el desarrollo de los valores cristianos-humanos. Las consecuencias no son las mismas, al afirmar que Dios es una energía impersonal. El concepto de persona es moralizante, porque habla de mundos capaces de interioridad y responsabilidad. Esto es fundamental para una educación religiosa abierta y tolerante. Otra cosa es adoctrinar.
Lo anterior estaría indicando que la fe no es solamente creer en Dios, es un acto de una persona que vive con Otros, que piensan, viven de maneras diferentes o parecidas, pero siempre singulares. Esto significa que lo sagrado se siente de muchas maneras que implican formas de ser-en-el-mundo. Superado el fanatismo religioso e intolerancia, la religión es una fuente de valores, necesarios para vivir en sociedad y pluralidad. La no-creencia debe ser asumida positivamente en la clase de religión, de tal manera,  que un alumno(a) que dice no creer, opine libremente sin temor a ser discriminado. Un gran objetivo es aprender a dialogar y tolerar desde la trascendencia divina y humana.
Los alumnos(as) tienen derecho y necesidad de darse cuenta que nuestra sociedad post moderna ha vuelto a descubrir o redescubrir la trascendencia espiritual como valor de sentido existencial, que para algunos es religiosa o simplemente está centrada en la dignidad humana. No parece conveniente incorporar a las clases de religión una discusión de tipo dogmática o fundamentalista. Pero, tampoco vaciarlas de lo más esencial de lo religioso que es la apreciación de lo transcendental y aparentar que estamos haciendo clases de religión, porque estaríamos entrando en otra forma de dogmatismo intolerante, que podría ser tan fanático como el sectarismo religioso. Otra cosa es fomentar el diálogo respetuoso y tolerante entre los credos y la no creencia, como un objetivo fundamental de las clases de religión.
Una clase de religión rescata los valores que vienen del hogar paterno – materno, que puede ser profundamente religioso o superficialmente creyente, o agresivamente anti-religioso o indiferente o mixto; y el desafío de una educación religiosa, que no es adoctrinar, es precisamente entregar elementos formativos para que los alumnos (as) puedan ir construyendo su propia visión sobre lo sagrado o lo valórico secular, fundamentando siempre sus opciones y opiniones en la tolerancia y respeto a la diversidad. Nuestra “sociedad democrática” necesita hacer efectivo un fundamento valórico que haga posible una vida cívica de ciudadanos tolerantes, ilustrados y responsables.
La religión y la no creencia tienen los mismos derechos en la sociedad civil, según el respeto a la libertad de conciencia. Esto, necesariamente, se debe manifestar en la clase de religión católica. Pero, no siempre, se permite diseñar una auténtica clase de religión, valorada, respetada o tolerada. El sistema desvaloriza lo trascendental. Este desprecio se replica en no pocos profesores de ramos más instrumentales o aparentemente con mayor vigencia sistémica. La técnica sería más importante que el discernimiento o el razonamiento argumentativo o en otras palabras,  buscar un sentido de la vida, no es central. Lo que importa es “pasarlo bien” sin buscar ninguna trascendencia. Estamos en el mismo “vientre” de un nuevo materialismo que cuestiona incluso, los materialismos clásicos. Los alumnos(as) descubren de las más diversas maneras o en las circunstancias menos esperadas, que algunos de sus supuestos formadores, consideran que vivir el momento es todo lo que hay, por lo tanto hay que fornicar lo que más se pueda, beber con exceso, incluso drogarse, etc. La crisis de la educación no tiene su raíz exclusivamente en el hogar, hay agentes de la educación formal que no son líderes positivos. Frente a esta realidad, se generan diversas visiones de cómo abordarla y es legítimo. Esta  diversidad,  supone para ser efectivamente asumida, un proceso democrático que no se expresa en todas sus posibilidades en el Chile de hoy. Siguen operando en grupos de poder vinculados a la educación, los viejos fanatismos de otras épocas odiosas que buscaban imponer sus utopías excluyentes, esto al proyectarse sobre la sociedad civil, bloquea  una autentica vida democrática en todas las áreas: religiosa, civil, cultural, educacional, etc.
 
Anular la dimensión de la diversidad realmente asumida en el contexto escolar, usando la “ideología como una praxis de la mentira y falsificación”, es el intento a veces feroz, de los “nuevos intolerantes” que contaminan el ambiente de la educación formal chilena. Su ideología que siempre los impulsa a reclutar gente para sus círculos sectarios al interior de escuelas y Liceos, no  asume el diálogo como un valor central de nuestra vida cultural y ciudadana. Sus supuestas aspiraciones educacionales, se quedan en el aumento de sueldos, etc. y en aspectos técnicos, que sin dejar de ser importantes, no tratan lo esencial de lo humano que es fundamental en el “hecho educativo”: compartir humanamente desde lo personal, con los valores que constituyen nuestra “atmosfera espiritual humana” donde respiramos la libertad, fraternidad, libertad, amor, justicia, tolerancia, etc.  y sobre todo la trascendencia.
El practicismo atrapado en los números o en una aplicación abusiva de las matemáticas, característica del materialismo mercantilista actual, es el peor fundamento de una educación que se presume humanista. No basta ser práctico, necesitamos de la Verdad, Belleza y el Bien, como realidades profundas que nos humanizan constantemente.
Por todo esto, actualmente, los verdaderos profesores de religión, incluso los profesores católicos y no-católicos en general, tienen una dura lucha que dar: recuperar un espacio para la diversidad, realmente respetado en el sistema de educación chileno que hoy está bajo los pies del mercado y grupos ideológicos sectarios, que califican o descalifican  a sus colegas, según sus propios intereses de poder y proyectos políticos. La necesidad de organizarse como Educadores católicos-cristianos, humanistas, tolerantes y pluralistas, es cada vez más imperiosa.


Mario Andrés Díaz Molina: Profesor de Religión y Filosofía. Licenciado en Educación. Egresado de la Universidad Católica del Maule.