sábado, 8 de diciembre de 2012

Las razones del ser del comunitarismo.

Las razones del ser del comunitarismo.
 
José Pérez Adán
 
 
Sociólogo comunitarista. Licenciado en Historia (Universidad de Valencia) y Doctor en Sociología por la Universidad de Sidney (Australia). Profesor del departamento de Sociología de la Universidad de Valencia, presidente del Capítulo Español de la Sociedad Mundial de Socioeconomía y  autor de más 40 libros y 100 artículos científicos.

 
1.- Cuando nos lanzamos a la búsqueda de los fundamentos y los orígenes de una nueva teoría social como es el comunitarismo cabe hacer dos precisiones previas. Una es que hay que evitar caer en el hoyo del historicismo. Los historicistas suelen tener una concepción lineal de la historia del pensamiento y explican lo que viene después como la necesaria consecuencia de lo que ha ocurrido antes. Este prejuicio no tiene base racional. Nuestro presente no es una necesidad sino una posibilidad hecha realidad. Nada más. Lo digo porque he leído hace poco a uno de los más famosos pensadores modernos remontarse hasta Platón para explicar la aparición y el devenir del comunitarismo como corriente de pensamiento autónoma, lo cual me parece ciertamente una exageración.
 
La otra precisión que cabe hacer es la del peligro del disciplinarismo. Este peligro se abate mayormente sobre aquellas disciplinas que han desempañado hasta hace bien poco un predominio casi absoluto en lo que hemos dado en llamar el área de humanidades. Me refiero en concreto a la filosofía, o mejor dicho, a aquella filosofía que habiendo despreciado los nuevos saberes modernos se aventura a sentar cátedra sobre corrientes de pensamiento cuyo discurso transcurre mayormente asentado sobre conceptos y usos de otras ciencias como son, para el caso que nos ocupa, la economía o la sociología.  Al menos en mi país este peligro se hace muy presente entre la mayoría de los que desde las humanidades interpretan y explican el comunitarismo, tarea que creo que no se puede hacer de manera acertada sin tener una buena base en ciencias sociales.
 
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Dicho esto y antes de proseguir, tendré que hacer mención de cuál es el enfoque que voy a utilizar para desarrollar mi exposición. Diré primero que lo que manifiesto lo hago con humildad en el bien entendido que mi aspiración no es dar cuenta de una vez y para siempre de las razones de ser del comunitarismo moderno sino que aspiro, con modestia, a aportar mi experiencia como alguien que viene investigando y publicando sobre el tema desde hace muchos años usando mi visión particular de sociólogo para iluminar desde un ángulo que para los ajenos a mi disciplina suele permanecer oscuro este objeto que nos proponemos estudiar aquí sobre los orígenes del comunitarismo. Diré también que voy a tratar de dejar claro desde el inicio lo que a mi entender es una equivocación de muchos de los comentaristas críticos del comunitarismo. Se trata de contraponer como opuestos liberalismo y comunitarismo. La verdad es que no son categorías contrapuestas. Si tuviera que concretar en un solo término qué es lo que se contrapone al comunitarismo, al menos en el contexto cultural del que procedo, yo no afirmaría que es el liberalismo sino el individualismo. Por último, diré también que en el enfoque que voy a utilizar prima sobre todo la interpretación personal que hago de la obra de Amitai Etzioni. Si bien reconozco la importancia de las aportaciones de Michael Walzer, Michael Taylor, Alisdair MacIntyre, y, sobre todo de Charles Taylor, creo que la obra de Etzioni es la única que reúne el suficiente cosmopolitismo académico incorporando las aportaciones de la filosofía, la economía, la sociología , el derecho de gentes y la teoría política, como para merecer  mi mejor reconocimiento. 
 
2.- Dicho esto voy a tratar de esclarecer mi hipótesis de partida que es sucintamente la siguiente: que el espíritu comunitarista ha acompañado toda la historia de la humanidad y lo que ahora nos parece una novedad es simplemente el resultado de un paréntesis que se cierra: el paréntesis individualista. Lo que está ocurriendo es que algunos nos estamos dando cuenta, y en esto la obra de Etzioni ha sido y es muy importante, de que el individualismo tal y como se concreta en la práctica de las relaciones humanas en la historia presente ha provocado unas disfunciones estructurales que lo hacen socialmente insostenible a largo plazo como sostén ideológico de la vida en común.
 
El individualismo al que me refiero tiene una historia corta, mucho más corta de lo que piensan los que opinan que la acción, y en este caso la acción colectiva,  es fruto de la reflexión. Yo creo que no. Pienso que las ideas aquí no han sido antes que los hechos históricos. Para mí el individualismo es un paréntesis que se abre con la sociedad de consumo masas y que se cierra o que se cerrará con la aparición de la conciencia de la suficiencia que viene acompañada por el repudio del materialismo y de sus consecuencias.
 
La sociedad de consumo nace y se consolida en la segunda mitad del siglo XX. Una serie de factores novedosos la explican y al mismo tiempo la conforman. Por un lado tenemos la primacía de la oferta sobre la demanda que acompaña las últimas etapas de la revolución tecnológica, un fenómeno nuevo en la historia humana y que es de índole mercantil. Por otro lado tenemos la globalización con todas sus consecuencias uniformizadoras que no son solo pautas comunes de consumo sino también de aspiraciones y gustos. Y en tercer lugar tenemos la intromisión del mercado en los ámbitos privados que hacen que la oferta ya diversificada y ya globalizada se te presente como reclamo inmediato allá donde uno se encuentre sin mediar asentimiento y ni siquiera petición.
 
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Hay un cuarto factor que cataliza todo este proceso hacia un resultado esperado. En efecto, la secularización entendida como por un lado la disminución de importancia de las aspiraciones o inquietudes espirituales que no puede satisfacer el mercado y por otro lado la crisis de credibilidad de las Iglesias establecidas muchas veces combatidas por los estados y otras desde dentro de sí mismas, hace que la consolidación de la sociedad de consumo dé un resultado previsible: el materialismo. La cultura consumista moderna es una cultura empapada de materialismo práctico que después, y recalco lo de después, ha sido también un materialismo teórico.
 
¿Cómo se ha producido esto? El comunitarismo tiene una explicación de este acontecer. Básicamente estamos ante un fenómeno que visto desde una perspectiva histórica resulta muy novedoso en el sentido de ser original, razón entre otras por la que hemos hablado al referirnos a esta situación de un paréntesis. El hecho está en que hemos pasado de afirmar como constitutivas de identidad las relaciones yo-tú que resultan en un nosotros a las relaciones yo-cosas que resultan en un agregado de consumidores.
 
Si nos damos cuenta, las relaciones yo-tú tienen dos características básicas. Por un lado son relaciones vinculativas y por otro lado y como consecuencia son relaciones excluyentes. Es decir son relaciones que al conformar un nosotros cierran una identidad a la que son ajenos otros nosotros. Es lo que yo llamo la extrañeza. Uno pertenece a una o varias comunidades (varios nosotros) en la medida en que tales nosotros sean reconocibles desde fuera. Las relaciones yo-tú de diversas maneras producen la distinción entre propios (nosotros) y extraños (ellos como otros o como distintos nosotros). Así, yo pertenezco a mi familia en la medida en que no pertenezco a otra, o yo soy del Barcelona en la medida en que no soy del Real Madrid. El resultado de conjunto de las relaciones yo-tú es una pluralidad: una pluralidad de comunidades abiertas las más y cerradas las menos en las que los vínculos tienen a la larga un carácter identitario.
 
Las relaciones yo-cosas son, sin embargo, otra historia. Por un lado conforman si cabe una identidad uniforme en todos los yoes que vista desde fuera crea un universo monocromático de diversidades que son solo cuantitativas, medidas por las cosas, por la materia. Pero más grave es que al mismo tiempo el olvido de otro tipo de diversidades y en particular las que reconocen la existencia de satisfacciones grupales que tácitamente excluyen su convertibilidad en bienes de consumo, produce un aislamiento en el que se gesta el individualismo. Efectivamente, pues, materialismo e individualismo, están en este caso estrechamente unidos. El mismo mercado que es a un tiempo global en ámbito, integral y completo en oferta, e inmediatamente próximo, acaba por absorberme al punto que solo reconozco en el vecino su calidad de consumidor como yo. Así el individualismo salva la igualdad pero nos condena al aislamiento. Un aislamiento que en sus versiones patológicas negadoras de la igualdad tenderá a convertir al otro también en un bien de consumo más.
 
Sin llegar a esos extremos patológicos que tanto pueblan la ciencia ficción contemporánea, pensemos en el debate sobre la clonación por ejemplo, el mero individualismo aislacionista está siendo contestado sociológicamente, es decir, empíricamente, por todos lados. Razón por la que creemos que tiene fecha de caducidad y que el paréntesis está por cerrarse. Tres razones explicativas de esta prognosis merecen comentario aparte.
 
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En primer lugar la experiencia de lo que la sociedad consumista nos ha procurado. Es decir, ¿tenemos datos para afirmar que el consumismo es realizante? No; más bien al contrario. Tenemos una amplia bibliografía , la verdad es que padecemos una eclosión de literatura sobre este tema, acerca de las disfunciones del consumismo que apuntan precisamente a que la felicidad y realización personales tienen una razón comunal y que los defectos de su ausencia están detrás de la proliferación de enfermedades psíquicas que padece el mundo más desarrollado materialmente.  En este sentido hemos de prestar atención a las innovaciones que tanto desde la psicología como desde la sociología se están presentando para pulir los instrumentos de medición del desarrollo comparado de modo que se aprecien también las disfunciones sociales que el consumismo produce allí donde se hace más presente.
 
En segundo lugar hemos de comentar el auge del asociacionismo civil que apunta dos carencias bien sentidas en la sociedad de consumo. Nos referimos a la falta de solidaridad y a la falta de sensibilidad ambiental. Gran parte de las organizaciones no gubernamentales que han surgido en tantos países en los últimos años apuntan precisamente a la necesidad de recomponer los lazos entre nosotros superando el individualismo y el aislamiento. Estos se producen tanto sincrónicamente con los contemporáneos a uno como diacrónicamente con las futuras generaciones. Los hechos son tozudos y claros. Nunca antes en la historia se ha constatado tanta desigualdad y lejanía entre los habitantes del planeta y al mismo tiempo nunca antes en la historia habíamos tenido la capacidad de excluir a las futuras generaciones de la vida mediante el ejercicio de una capacidad de destrucción del medio en que vivimos de la que antes carecíamos.
 
Y en tercer lugar hemos de mencionar el fenómeno del religamiento. Por religamiento entendemos la constatación de un renacer religioso que opera fundamentalmente a dos niveles: a nivel de estratificación social entre los jóvenes de todo el mundo independientemente de su país y cultura, y a nivel del reparto de espacios, y por lo que se refiere al cristianismo, entre los habitantes de países de menor o más joven tradición cristiana como los de Asia y África. En la explicación de este hecho y en ambos niveles no es posible desdeñar el impacto que para la cultura y la religión tuvo Juan Pablo II con su poder de convocatoria, quizá el más grande en toda la historia, y su apuesta decidida por hacer de nuevo socialmente visibles los valores del evangelio cristiano. Desde el punto de vista social, el religamiento da como resultado una polarización que puede propiciar cambios y conflictos y que en cualquier caso es necesario comprender. Efectivamente, la aparición del religamiento tiene como primera consecuencia el remarque de las distancias entre una cultura pública que en países con gobiernos laicistas margina lo sagrado y una militancia religiosa intensa de carácter tanto privado como público que se encuentra incómoda ante las demandas de aquiescencia que le imponen los poderes públicos. La polarización abre también una brecha cada vez más acusada entre paganos y creyentes, más materialistas los primeros y más postmaterialistas los segundos, que a la larga obligará a pactos de convivencia para garantizar la armonía social. En cualquier caso el religamiento presenta un reto de considerable magnitud al individualismo pues ambos, el renacer religioso y el individualismo aislacionista, son trazas culturales incompatibles.
 
3.- Por estas tres razones, entre otras: la mala experiencia del consumismo, las carencias de solidaridad y de sensibilidad ambiental, y el religamiento, podemos preguntarnos, ¿cuánto tardará en cerrarse el paréntesis individualista? Para contestar a esta pregunta repasemos los campos en litigio y tratemos de ver quiénes son y cuál es la fuerza de los individualistas y quiénes son y cuál es al fuerza de los comunitaristas.
 
Del lado individualista caen casi todos los que directa o indirectamente abrazan y justifican los presupuestos ideológicos de la escuela económica neoclásica. El neoclasicismo, también llamado defectuosamente neoliberalismo, tiene como eje argumentativo y propositivo una peculiar teoría de la racionalidad que lo distingue tanto del liberalismo como más claramente del comunitarismo. La obra más idónea para estudiar las contradicciones internas de la teoría económica neoclásica es el libro de Amitai Etzioni La dimensión moral de la economía que esperamos ver publicado pronto en español. Los presupuestos neoclásicos califican como racional aquel comportamiento humano que magnifica una única utilidad llamada interés propio y que al mismo tiempo lo hace consistentemente, por eso para los neoclásicos el comportamiento racional es hasta cierto punto predecible. No todos los liberales estarían de acuerdo con esta aseveración por eso yo creo conveniente mantener la distinción entre liberales y neoliberales, entre otras cosas porque me consta que muchos liberales están más cerca de los postulados comunitaristas que de los neoclásicos. A modo de ejemplo podemos etiquetar como liberal-comunitaristas a aquellos que manteniéndose fieles al credo liberal defienden esta capacidad, la libertad, no solo para los sujetos humanos individuales adultos, sino también para los sujetos colectivos de tal manera que pueda hablarse y defenderse además de la libertad individual, la libertad de las familias, de las iglesias, o de las asociaciones cívicas. Frente a estos los neoclásicos podrían ser etiquetados como liberal-individualistas en la medida en que para ellos el sujeto del que se predica la racionalidad es siempre el sujeto individual.
 
Hoy en día gran parte de la oferta política mundial es afín al neoclasicismo, incluyendo en este campo incluso al gobierno de la República Popular China. Por lo que se refiere a la oferta ideológica casi todos los apóstoles de la modernidad y de la postmodernidad cabría situarlos aquí, entre ellos también a Anthony Giddens.
 
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Del lado comunitarista están sobre todo los que entienden que el estado no debe acaparar el monopolio de la soberanía y que por tanto ven un futuro posible y deseable de soberanías articuladas. En ese marco conceptual además de los derechos humanos para los individuos y las constituciones para los estados habría que tener en cuenta a las comunidades humanas como sujetos de derecho. Llegados a este punto hemos de referirnos al nacionalismo que algunos equivocadamente catalogan como una variante del comunitarismo. El nacionalismo, sin embargo, en la medida en que encumbra una comunidad, la nacional, a la que le otorga el monopolio de soberanía conculca todas las demás. El nacionalismo está en las antípodas del comunitarismo pues éste en la medida en que aboga por un reparto de soberanía a una pluralidad de sujetos supone a fin de cuentas una afirmación de la sociedad sobre el estado que está muy lejos de los planteamientos que hoy defienden los que se proclaman nacionalistas para quienes el principio de autodeterminación pertenece en exclusiva a la nación. No obstante esto vemos con optimismo la posibilidad de que el derecho de autodeterminación, siempre y cuando este derecho no se aplique en exclusiva a los que habitan un determinado territorio, se considere una reivindicación plausible para todo tipo de comunidad.
 
Es sin embargo en la oferta ideológica donde el comunitarismo tiene un mayor reclamo y rigor. No voy a comentar las aportaciones habidas en el mundo anglosajón, que son por otra parte las más conocidas y estudiadas y cuyos adalides, todos de una categoría intelectual y académica sin discusión, hemos mencionado con anterioridad. Sólo quisiera para terminar mencionar dos tradiciones ideológicas cuyos fundamentos teóricos guardan estrecha relación con el comunitarsimo moderno. Nos referimos por un lado a un pensador italiano contemporáneo creador de escuela que está empezando a ser traducido al español con mucho éxito. Se trata de Pierpaolo Donati y a su teoría relacional de la sociedad. Donati presenta una argumentada y coherente crítica al individualismo al tiempo que aporta a la investigación sociológica luces para entender la imposibilidad de sostener una sociedad viable desde las posturas abrazadas por el modernismo. No me cabe duda que la obra de Donati en la medida en que se estudie y divulgue contribuirá a sugerir soluciones comunitaristas alternativas a las aplicadas hoy en día para resolver los muchos problemas que plantea la difícil convivencia entre competitividad y cooperación.
 
Por último he de referirme a las muchas contribuciones que en los países latinos ha aportado y sigue aportando el pensamiento y el activismo católico. Dos querría señalar. Por una lado la obra de Manuel Lizcano que sin duda cobrará relevancia en la medida en que se difunda su gran obra póstuma Tiempo del sobrehombre. Y por otro la obra de Guillermo Rovirosa autor del Manifiesto comunitarista publicado por las Hermandades Obreras Católicas HOAC en 1966. Y es que el pensamiento católico, particularmente el pensamiento católico de izquierda, de un vigor, rigor, y compromiso de primerísima calidad intelectual, a pesar de ser poco conocido en el mundo anglosajón, es esencialmente, o mejor dicho, evangélicamente, comunitarista.
 
 
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La Razón Histórica, nº15, 2011 [4-8], ISSN 1989-2659. © Instituto de Estudios Históricos y sociales.

martes, 4 de diciembre de 2012

UNA TEOLOGÍA COMUNITARISTA DE LA LIBERACIÓN.

UNA TEOLOGÍA COMUNITARISTA DE LA LIBERACIÓN.

    Los laicos católicos vivimos en el mundo, sin ser promotores de un “mundo sin Dios”. Pero, el “mundo humano”, de los pobres y de los ricos; el mundo de los eco-sistemas; el mundo de los poderes económicos y políticos; el mundo de la cultura de la diversidad global, afecta la intimidad misma de la fe que ilumina y orienta la vida cotidiana. No somos “a-mundanos”. Tenemos mundo e historia. No podemos ser neutrales, frente a los problemas ecológicos o ambientalistas o socio-económico-políticos o culturales y ético-humanos. Porque la fe cristiana que decimos profesar o vivir, implica una “concepción del mundo y de la vida”.
   No es difícil detectar los problemas que marcan a nuestras sociedades, criticar es muchas veces demasiado fácil. Anticiparse en algunos casos e iniciar procesos reales de solución a estos problemas es poco frecuente entre nosotros. El fracaso de las grandes ideologías se debe a que no tienen respuestas actuales a los problemas de hoy. Para algunos agitadores es casi imposible aceptar que el suelo que pisan y que es la realidad histórica, es un sistema global que determina lo que se puede hacer en política.               Los “materialismos ideológicos transversales” han destruido valores que en décadas pasadas hacían la diferencia entre proyectos políticos y culturales. Hoy la guerra fría, por ejemplo, es una pieza de museo. Pero, la esterilidad ideológica de algunos, se cubre con anacrónicas discusiones que no ven la nueva situación mundial y nacional.
   Lo nuevo es que en este mundo del siglo XXI, se pueden producir agitaciones muy violentas, incluso “revoluciones” o violentos cambios de régimen, pero no se cambia nada de fondo. Una violenta revolución nacional o local, no cambia lo central del sistema: el mercado global y los intereses del gran imperio del norte. El sistema global promueve las imágenes de los líderes épicos de la guerrilla de los años 60, si esto es un mero consumismo ideológico sin efectos políticos. Hoy hablar de reformismo versus revolución es una mera retórica sin contenido histórico. Hoy la gente de izquierda es tan consumista como un joven rico o un mediocre pastor evangélico o sacerdote católico. Las protestas tienen presencia mediática y se promueven, en la medida que dividen y domestican a los sectores medios y populares. Se usa el rechazo a un comunismo más mítico que masivo. En Chile, las  fuerzas que podrían incorporar al sistema, conquistas sociales reales multifacéticas, no han sido capaces de recrear en las bases populares una nueva conciencia democrática. De un “anti” se ha pasado a una disolución de las legítimas identidades.  Es un falso “irenismo ideológico”. El auténtico pluralismo supone asumir las diferencias, tolerarlas en un espacio democrático posible. Para esto se necesita reconocer un fundamento humano concreto inalienable. Para los comunitaristas social-cristianos, este fundamento es la Persona, la Comunidad y el Cristianismo Liberador.
   El valor central de la persona humana se proyecta en la promoción de los derechos humanos. Hay que organizar redes sociales que desarrollen una participación efectiva de las bases. También los laicos necesitan expresarse en comunidades que sean espacios de libertad espiritual. El discernimiento del Magisterio de la Iglesia de parte de estos laicos organizados debe ser respetuoso e informado y siempre de buena voluntad, pidiendo tolerancia cuando a conciencia se piensa de otra manera. La Iglesia de hoy no se puede basar en una obediencia forzada e hipócrita. Como sucede entre algunos docentes de una Universidad Católica donde por interés o por dinero  se aparenta ser un católico acrítico o cerrado. Es honesto discrepar manteniendo el diálogo y buscando siempre la verdad. Ser católico auténtico en estos tiempos supone el diálogo como actitud permanente, porque no se puede estar de acuerdo en todo con un Obispo o con un Sacerdote, pues no se les puede ver como neutros en su forma de vivir, o de pensar y tampoco se les puede ver como una “personificación de la verdad revelada o de una espiritualidad que casi está fuera de la historia”. La verdad revelada se discierne en comunión con toda la Iglesia, entre ellos los fieles. Lo jerárquico en la Iglesia no es autoritario. Seguramente seguirán pretendiendo muchos de estos “consagrados con poder”, la mayoría, que son apolíticos o sin poder o sin dinero porque no son dueños de los bienes que usan, pero eso es una ideología de la edad media; hoy son primero que nada personas que tienen que testimoniar que son virtuosos y consecuentes con lo que enseñan; de lo contrario sus gestos rituales y palabras “son pajas resecas que se las lleva el viento”. ¿Quién  los sigue hoy por lo que dicen o por el poder que ejercen? Miles de personas los han dejado de seguir, precisamente, porque ejercitan su poder a demasiada altura.  Se les sigue o escucha por lo que viven y se les tiene confianza en la medida que son sinceros y no “sepulcros blanqueados”. ¿Esto lo tiene que decir un cismático o un hereje? ¿No es una realidad sentida por los fieles más piadosos?
   Entre los laicos hay diversas sensibilidades y es legítimo e inevitable. Para operar desde la identidad cristiana en la sociedad civil hay que fortalecen la comunidad frente al individualismo. La comunidad debe ser un espacio liberador frente a la deshumanización del mercado. Desde esta realidad inter-personal emerge y emergerá una reflexión teológica que busca construir un espacio para la persona como valor fundamental. Miles de redes sociales deben hacer posible este espacio. En estos grupos comunitarios debe estar el germen de una nueva sociedad, donde el ser predomina sobre el tener. Una teología comunitarista de la liberación tiene que validarse, es nuestro compromiso, para acompañar el proceso de los cristianos que buscan hacer cambios desde una transformación primero personal y después colectiva, donde lo político-económico-cultural es un fruto de la fe-esperanza-amor. El comunitarismo social cristiano tiene que ser primero un comunitarismo vivenvial inter-grupal, luego un comunitarismo socio-político-económico-cultural. Esto nos convoca a un nuevo tipo de agrupaciones de base cristiana y ecuménica o interreligiosa o pluralista. Estos laicos viven su cristianismo en la frontera del mundo-Iglesia, es uno de los  últimos lugares que nos quedan para evitar paternalismos alienantes y discernir con fidelidad el evangelio y mantener la unidad con los Pastores de la Iglesia. Nadie está obligado a pensar o vivir como un comunitarista social cristiano, y nadie puede negar nuestro derecho a querer vivir nuestra fe en estos términos: eclesial-socio-político-económico-cultural.
MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de  Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

domingo, 25 de noviembre de 2012

¡LA UTOPÍA NOS DEBE ILUMINAR, NO QUEMAR NI DESHUMANIZAR!

¡LA UTOPÍA NOS DEBE ILUMINAR, NO QUEMAR NI DESHUMANIZAR!

“Mario Vargas Llosa manifestó: Pienso que la necesidad de la utopía se encuentra en el corazón del hombre, que es la fuente de todas las grandes realizaciones humanas. Pero los intentos de llevar a cabo una utopía social e histórica conducen a una catástrofe. Hay que extirpar la utopía de estos ámbitos y plantarla en donde pueda ser positiva sin provocar sacudimientos. Algunas de sus formas pueden enriquecer al ser humano mismo. Uno puede convertirse en santo, pero la santidad colectiva es imposible. La literatura y el arte pueden ser una fiesta constante de la irrealidad. En grupos pequeños se puede construir un paraíso. Pero cuando se trata de colectivizarlo, comienza la violencia y la destrucción de la libertad.”
No estamos cien por ciento de acuerdo con Mario Vargas Llosa. Pero tiene mucha razón. Sin embargo, si Cristo es posible, es posible una nueva humanidad cristificada. Pero, esta “santificación colectiva” supone una superación de la dialéctica histórica. Los cristianos creemos en un proyecto escatológico que supone un “ya” y un “todavía no”. El “ya” es lo que vamos concretizando en nuestra actual situación existencial. Intentamos construir una Iglesia fraternal, que siempre va a ser perturbada por los defectos humanos. Por eso los Escritores Patrísticos decían que la Iglesia era “santa y prostituta”. Intentamos construir una sociedad civil basada en los valores evangélicos, pero una vez más nos volvemos a encontrar con la miseria humana. El espíritu de dominio, de explotación, las injustas diferencias de clases, el conflicto que está en el fondo de nuestra sociedad consumista y depredadora es la negación de la fraternidad cristiana y ecuménica-cívica. Si analizamos la historia, la cizaña y el trigo crecen en el surco mismo de la naturaleza humana.
 La fe cristiana es testimonial. La contemplación del misterio lumínico transforma la vida concreta del creyente. El culto y la liturgia tienen efectos sociales en todo sentido. Por eso, si de una forma solapada, a través de las lecturas bíblicas, de las celebraciones sagradas, se busca representar un orden social donde una clase tiene privilegios y otra le está sometida; esto no es menor, porque se reflejará en una “ideología de lo cotidiano”, donde la opresión y la injusticia social son consideradas como de “derecho divino”. Para los ateos militantes anticatólicos y anacrónicamente intolerantes, orar es una mera forma de concientización, no tiene un valor trascendental. (Por eso la combaten fanáticamente, la intentan ridiculizar entre la juventud). Para nosotros es importante mantener en el tiempo una “liturgia redentora”, que sea una expresión legítima del Cristo resucitado, liberador y creador de una convivencia que está en la historia y, a la vez, la trasciende. Es el “todavía no”, es la meta-historia. Los materialismos no cuentan, para sus motivaciones vitales, con esta “trascendentalización del tiempo humano”.
Cuando Moisés quiso organizar la sociedad israelita en base a una estricta ley, al hacerla efectiva cayó en procedimientos que hoy nos parecen bárbaros. (La guerra de conquista de la Tierra Santa tiene una cara horripilante. Actualmente algunos judíos fundamentalistas justifican una guerra de exterminio contra los palestinos, en base a algunos textos del Antiguo Testamento). En la Edad Media se cometieron atrocidades que tuvieron un “apoyo doctrinal” en el Antiguo Testamento. Los sistemas fascista y soviético atropellaron los derechos humanos por “razones de Estado”. Justificación final: Defender y promover una sociedad basada en una ideología utópica y excluyente. La “raza superior” se sustentaba sobre la aniquilación de las razas que consideraba inferiores o degeneradas. La destrucción de la burguesía justificaba una dictadura burocrática que fue generando una forma de dominación que no tenía nada de proletaria (la nomenclatura). Un clero que al hacerse clase social esterilizó la radicalidad del amor cristiano; se “alejó” de los laicos, quitándoles su función profética, sacerdotal y de servicio o haciéndola irrisoria frente a su protagonismo paternalista y seudo-jerárquico. Hasta el día de hoy, mayoritariamente los laicos católicos se sientes marginados más bien que integrados a la iglesia. Es el drama de una Iglesia Católica que luchó y lucha por los derechos humanos y la democracia y, curiosamente, no encuentra el rumbo, para facilitar a los fieles laicos una real participación, basada en el respeto y reconocimiento de los carismas que el Espíritu Santo infunde en todos los creyentes. Los fieles que han tomado conciencia de su “sacerdocio bautismal” encuentran más obstáculos que comprensión. Pero, el único futuro de la fe católica es la renovación auténtica de la Iglesia y el compromiso activo para seguir construyendo una sociedad civil tolerante, abierta a la trascendencia, donde creyentes y no creyentes coexistan como personas libres y capaces de superar los conflictos con justicia y diálogo.
El cristianismo, al poner a la persona humana como valor supremo de la convivencia social, hace un aporte al discernimiento colectivo. La persona no puede ser anulada por los intereses de clase o de raza. El mercado no puede ser un mecanismo que, en forma fría e impersonal, le da la fortuna a algunos y la pobreza a otros. El Estado no puede ser el botín de una clase dominante. El pueblo no puede quedar reducido a una mera masa consumista o electora.
En el horizonte indeterminado están escritas todas las utopías globalizantes, que se excluyen unas a otras. Es legítimo caminar en pos de ideales que toleran los ideales del Otro. En el camino de la realidad, el respeto a los derechos humanos, que se ubica en un campo muy específico de la historia: la persona racional y libre, no puede ser anulado. No es legítimo sacrificar la dignidad humana en el “altar” de una ideología totalitaria o clasista. Toda utopía que se creyó con el derecho de ocupar en forma exclusiva la totalidad de la historia, cometió aberraciones, cuyas víctimas clamaron y claman al cielo. Así sucedió con los “campesinos” en tiempo de La Reforma Protestante, que fueron exterminados o violentamente sometidos por potentados que profesaban ser católicos o luteranos. Los españoles católicos conquistaron América brutalmente e impusieron sus creencias, pero no lograron crear una sociedad cristiana, porque ni ellos mismos vivían realmente el cristianismo. Lo mismo podemos decir de los invasores protestantes anglosajones: racistas y genocidas. En ambos casos el trigo creció junto a la cizaña.
La tolerancia y la aplicación de la justicia en el conflicto social nos deben llevar a la realización de un proyecto pluralista, donde la fuerza ética y socio-cultural de los oprimidos, apunte a la superación de la  opresión de los que usan el poder injustamente, para mantener los abusos del sistema imperante.
MARIO ANDRÉS DÍAZ MOLINA: Estudiante en Práctica Profesional  de 5° año de  Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.

jueves, 15 de noviembre de 2012

LA TEORÍA COMUNITARISTA

LA TEORÍA COMUNITARISTA

de Mesas Juveniles Colombianas, el Sábado, 28 de Julio de 2012 a la(s) 15:08 ·

CONCEPCIÓN

Uno de los principales momentos históricos en donde se hizo mención al término comunitarismo, fue cuando éste “se introdujo por primera vez en 1841 para referirse a los comunistas, de todo tipo”[1].  Sin embargo, este término pocas veces continuó siendo utilizado después de los acontecimientos que se experimentaron a partir de estas fechas. Hasta el punto de considerar dicha asociación como algo imprecisa y poco valorada; mayormente en los años 90 cuando el comunismo evidenciaba su contundente fracaso y el liberalismo se perfilaba como una creciente preocupación a nivel mundial, debido a la anomia que el mismo vaticinaba desde algunos sectores.

Es por esto que al respecto se puede decir que el término comunitarismo surgió, realmente por primera vez, en el libro El liberalismo y los límites de la Justicia de Michael Sandel en el año de 1982, con el ánimo de plantear una crítica a las nociones liberales de justicia  e individuo, presentes especialmente en la teoría de John Rawls”[2]. No obstante, no fue sino hasta Amitai Etzioni, desde comienzos de los noventa, en donde se legitimó el término comunitarismo para describir de  una manera muy particular y bien elaborada dicha realidad. De este modo se estableció el concepto de Responsive Comunitarian (la traducción correcta es “comunitarista sensible”), que “significa las instituciones profundamente democráticas que dan respuestas a la gente, no las dictatoriales (y que se diferencian) tanto de los comunistas como de los comunitarios autoritarios del este de Asia”[3]; dando cuenta de la evidente separación del comunitarismo con relación a los conceptos que se tenían del mismo hasta ese momento. Y dejando lo suficientemente claro, tanto en la esfera académica como en el ámbito social a nivel internacional, que “la obra de Etzioni es la única que reúne el suficiente cosmopolitismo académico incorporando las aportaciones de la filosofía, la economía, la sociología, el derecho de gentes y la teoría política, como para merecer (el) mejor reconocimiento”[4]  cuando de comunitarismo se habla.

Como hemos dicho, uno de los momentos más significativos del sociólogo Amitai Etzioni, fue cuando -a comienzos de los 90- él mismo, promovió junto con otros pensadores -de la época- la creación del Manifiesto Comunitario; en donde ponía en evidencia públicamente los afectos e intereses que giraban en torno a  la defensa de la comunidad, valorándola como elemento esencial de la sociedad, (…) siendo conscientes de que la misma no puede subsistir si sus miembros no dedican algo de su atención, energía y recursos a proyectos compartidos”[5]. Esto como una réplica al liberalismo, o al menos a ciertas variantes del mismo, que producen efectos considerados como indeseables:

Individualismo, desarraigo afectivo, devaluación de los lazos interpersonales, pérdida de identidad cultural, insolidaridad diacrónica, etc.

El aspecto más valioso del comunitarismo de Etzioni radica en el hecho de que su valoración por la comunidad no daña o desconoce la importancia de los derechos individuales, ya que la comunidad para él mismo se constituye en: “Aquel espacio en el cual los individuos desarrollan las aptitudes del autogobierno, así como el hábito de aprender a servir a los demás, y no sólo a ellos mismos”[6].  Ese reconocimiento de los derechos individuales como sustento del pensamiento liberal, no solo en lo social sino también en lo económico, define el comunitarismo de Etzioni (Anglo-Sajón) como una corriente de pensamiento congruente con los sistemas económicos capitalistas reinantes en las economías democráticas liberales más avanzadas del mundo. Sin embargo, el comunitarismo de Etzioni rechaza el liberalismo extremo e irrestricto (también llamado “libertarismo”), que pretende ignorar y desmerecer la importancia de la dimensión inherentemente colectiva y comunal de la vida en sociedad.

Es así, como dos sociólogos: Etzioni y José Pérez Adán, más adelante logran convertirse  en los principales abanderados y referentes de la teoría comunitarista. El primero en el mundo Anglosajón y el segundo, de manera muy especial en el contexto de habla hispana, debido a su interés en amplificar igualmente junto a otros intelectuales el impacto que ha ocasionado el llamado "comunitarismo sensible" que Etzioni defendiera en sus clásicos The Moral Dimension" (1988) y "The New Golden Rules" (1991). Lo anterior, con el ánimo de construir un discurso comunitarista que se distancie en parte del comunitarismo filosófico Anglosajón representado en personajes como Michael Walzer, Charles Taylor y Sandel, debido a la ignorancia que el mismo representa frente a ciertos aspectos estructurales de la dinámica comunitaria Iberoamericana. Pues como sugiere Pablo Guerra[7], el comunitarismo contemporáneo puede y debe leerse en clave latinoamericana.  Lo cual lo convierte en un comunitarismo más sociológico y que hunde sus raíces en la defensa de la familia, como comunidad fundamental del orden social, y

“en otros comunitarismos del pasado muy (…) relevantes para numerosas experiencias (…), como es el caso del personalismo comunitario de Mounier, o del comunitarismo de Buber; o para ir más atrás en el tiempo, del comunitarismo que pretendía romper con la racionalidad capitalista de la sociedad (Gemmenschaft), tal como expusieran varios clásicos, entre ellos el más notable, Ferdinand Tönnies. (realidad que igualmente se) comparte con los filósofos comunitaristas, (y) su carácter marcadamente anti-individualista, rescatando la clave de personas insertas en comunidades, y de comunidades consideradas también como sujetos históricos con derechos y deberes”. [8]

Es por esta razón que para conocer, entender y aprender el verdadero sentido y mensaje del comunitarismo contemporáneo; se supone la superación de la complejidad de sus fuentes y marcos de interpretación. No pensando el mismo únicamente desde la  exclusividad de autores anglosajones, pues de lo que se trata es de dar mejores respuesta a los retos que plantea el liberalismo y neoliberalismo (o ultra-liberalismo) en Iberoamérica y el mundo.

La paradoja del credo liberal, o sea la de su completa inviabilidad o supuesta legitimación y aparente aquiescencia global, ha logrado desde el siglo pasado que tres alternativas aparezcan en la actualidad como supuestas posibilidades para la superación de este credo social dominante, tanto de manera endógena como exógena. Éstas alternativas son el islamismo (una alternativa exógena), el ecologismo y el comunitarismo (dos alternativas endógenas); siendo ésta última -la del comunitarismo- la más valorada hasta ahora.

Es así como el sociólogo Español, y padre del comunitarismo moderno en Iberoamérica, José Pérez Adán, ha logrado posicionar el mismo comunitarismo como una ideología viable que busca superar los pésimos de la teoría liberal, neoliberal y/o ultra-liberal (entre otros pésimos ideológicos) reivindicando el derecho a la libertad (algo propio del liberalismo) en la escena contemporánea y; enfatizando en la importancia de la familia soberana o autónoma como signo visible de dicha libertad. Reconociendo que a pesar de ser una alternativa poco conocida y una corriente relativamente nueva del pensamiento sociopolítico - que como se dijo, tuvo su origen entre la comunidad intelectual anglosajona -; ésta resulta siendo la mejor vía para superar tanto el individualismo que supone parte de la estirpe liberal, como los planteamientos ideológicos reaccionarios que representa parte del islamismo; e igualmente   la falta de altura y peso ideológico que supone el ecologismo (al no contar con el necesario carácter totalista), como credos alternativos al comunitarismo.

Es así como este mencionado sociólogo logra demostrar que el comunitarismo sigue siendo la alternativa más opcionada y plausible, a la hora de lograr un seguimiento mayoritario que responda a los retos que representan nuestras sociedades, y su individualismo metodológico implícito; dejando la sensación de que el comunitarismo es una teoría coherente y homogénea que se diferencia claramente de otras teorías y específicamente de los pésimos sociales del liberalismo con respecto a la familia (funcional) y la igualdad, como diría en sus propias palabras:

"Una de las lacras más penosas del liberalismo práctico que impregna la cultura pública de muchos de nuestros países es su concepción materialista de la igualdad. En esto el comunismo y el liberalismo están mucho más cercanos de lo que parece. En ambos casos el sujeto individual, en uno por imposición y en otro con libertad, asume su distinción en base a criterios cuantitativos.  Sin embargo, para nuestra visión del individuo, una concepción no materialista de la igualdad ha de tener en cuenta necesariamente   las necesidades espirituales y trascendentes, es decir los afectos,   el altruismo solidario, la equidad generacional, etc. Necesidades éstas que se manifiestan propiamente en la familia. Difícilmente podremos hablar, pues, de igualdad sin referirnos a la familia”. [9]


Por consiguiente, es cada vez más visible en los ámbitos privados y públicos que el comunitarismo al deslindarse en parte del liberalismo y su concepción de la igualdad; no solo continua generando inquietud e impacto en el mundo Anglosajón sino que también lo sigue haciendo de manera muy especial en países como Colombia.  Lo anterior, debido a la crítica constructiva que el comunitarismo se empeña en hacer al acendrado individualismo contemporáneo. Un individualismo visibilizado también en el colectivismo representado en el socialismo[10], militarismo o el pseudo comunismo (totalitarismo) de algunos de los países vecinos: El con-su-mismo materialista.

Es de resaltar que gracias a que dicha escuela política - la del comunitarismo - con los aportes de José Pérez Adán, se ha logrado ir más allá del historicismo y el disciplinarismo. Pues ésta corriente ha conseguido convertirse en contexto y acicate para el cambio de la sociedad; gracias a su invitación a la construcción de una buena sociedad y al incidir de manera positiva en el mundo de la vida práctica de muchas personas, tanto académicas como sencillas, ya que las tésis centrales del comunitarismo, en especial aquellas que nacen - como hemos dicho de la interpretación que se hace desde la sociología - auguran  la materialización de un desarrollo a escala humana. El cual supone la superación definitiva del economicismo neoliberal adoptado por muchos países en el marco de una globalización altamente excluyente y homogenizante que la gran mayoría de las veces solo a buscado  y logrado dar sus espaldas a la solidaridad orgánica producto de su desarrollo lineal altamente mecánico y sediento de replicantes.

De acuerdo con todo lo anterior se llega a la conclusión de que “Los tres aspectos que marcan lo distintivo del comunitarismo, en el debate ideológico contemporáneo son:  La jerarquía de los valores, la construcción social del valor y la certificación a posteriori  (en sus resultados históricos) de la distinción entre óptimos y pésimos”. [11] por lo cual muchos pensadores, investigadores y difusores del comunitarismo en Iberoamérica tales como, Carlos Díaz, José Loayza, Jorge de Pico, Mario Díaz, Alfredo Sarmiento, Daniel Garavito Villareal, Edgar Antonio López, Antonio Colomer Viadel, Alicia Ocampo Jiménez,   Pablo Guerra Aragone y en especial parte de la juventud Iberoamericana[12]; coinciden en    que estos tres aspectos configuran al comunitarismo como una ideología intelectual  de hondo calado. O sea una verdadera alternativa social que, permite la superación de la desesperanza que producen realidades marcadas por una era post-ideológica, altamente materialista e individualista, que solo apunta hacia su universo solipsista. Siendo el sociólogo José Pérez Adán - como hemos dicho - el más representativo a la hora de enfatizar en la importancia que tiene la familia soberana frente a un multiculturalismo que cada día subsume la diversidad cultural a la cultural liberal e individualista. A continuación se hará una breve descripción de tales aspectos.

[1] Ver. Etzioni. El guardián de mi hermano. Autobiografía y mensaje. p. 232
[2] Comparar García Rubio, Mónica. Una introducción al comunitarismo desde la perspectiva del derecho político, 2007. Documento Electrónico.
[3] Ver Etzioni. El guardián de mi hermano. Autobiografía y mensaje. p. 233.
[4] Ver Pérez Adán, José. “Las razones de ser del comunitarismo”, 2006. p. 1. Documento Electrónico.
[5] Comparar Etzioni. El guardián de mi hermano. Autobiografía y mensaje. p. 243
[6] Comparar Etzioni. El guardián de mi hermano. Autobiografía y mensaje. p. 243.
[7] Uruguayo. Dr. en Sociología. Profesor en la Universidad de la República y Universidad Católica.
[8] Ver Guerra, Pablo. “Comunitarismo en América Latina”. p. 1. Documento Electrónico.
[9] Ver en Anexo 2. La familia.  
[10] "Los marxistas sostienen que, cuando el proletariado se ampara del poder político, el Estado no puede desaparecer de un día para otro. Es necesario destruir el aparato anterior y construir uno nuevo de carácter proletario, porque la lucha de clases continuará y, por lo tanto, se necesitará un aparato que cumpla las funciones de represión de las clases que se opongan a la construcción del socialismo. (...) Ahora bien, la tesis marxista sostiene, además que este Estado de tipo proletario tenderá a ir desapareciendo, tenderá  a extinguirse.  A medida que se avanza hacia el comunismo, hacia la supresión cada vez mayor de la diferencia de clases". Ver Marta Harnecker, Los conceptos elementales del materialismo histórico, 1973. 
[11] Ver Pérez Adán, José. “Comunitarismo”, 2006. p. 3. Documento Electrónico.
[12] Ver Mesas Juveniles Colombianas. “Declaración del XVI Congreso Internacional Ciencia y Vida Asunción, Paraguay, 28-30 julio, 2011”, 2011. Documento Electrónico.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡EL MUNDO ES UN JARDIN Y UN ESTERCOLERO A LA VEZ, PERO ES HUMANO A PESAR DE TODO!



¡EL MUNDO ES UN JARDIN Y UN ESTERCOLERO A LA VEZ,  PERO ES HUMANO A PESAR DE TODO!

Manifiesto Comunitarista- Personalista.
A Eduardo Nicanor Frei Montalva, un líder humanista cristiano histórico (1911-1982) y, a todos los luchadores sociales, religiosos y políticos de todas las ideologías y tradiciones seculares y religiosas, que buscan construir una nueva sociedad más fraterna, comunitaria,
libre, justa, tolerante y democrática.




Es nuestro proyecto:

Construir una civilización de la persona humana.
Encender la antorcha de la Revolución Democrática.
Darle un cauce heroico al Humanismo Cristiano.
Agudizar la conciencia popular.
Comunitarizar la fraternidad planetaria.
Unificar la identidad en la diversidad.
Cultivar el fruto de la Razón.
Promover las relaciones cooperativas
entre el Oeste-Este y el Norte-Sur.
Liberar a los pueblos de la crueldad del mercado.
Incitar la pasión de la renovación ideológica.
Globalizar la demanda de los Derechos y Deberes Humanos.
Sembrar la sensibilidad ecológica en los niños,
Jóvenes, adultos y ancianos.
Fomentar la trascendencia de la cultura artesanal y Folklórica.
Propagar los valores perennes de las idiosincrasias de la tierra.
Asumir el conflicto social en la praxis de los pobres.
Desintegrar el sub-mundo del terrorismo y la tortura.
Desangrar el corazón del fanatismo.
Anunciar la ultra- urgencia
de un nuevo hombre
y una nueva mujer
con hechos de humanización.
Incinerar las huellas de las dictaduras
y sistemas de intolerancia.
Extender el arte, la ciencia y la tecnología.
Vigorizar el largo aliento del Diálogo entre culturas,
etnias, credos y sistemas.
Superar la mera utopía del ensueño.
Trabajar en la cantera épica de la vida comunitaria.
Consagrar la existencia cotidiana.
Prevenir a las nuevas generaciones
de la presencia de la sombra impía de la intolerancia anti-religiosa.
Aprender a ver al universo
envuelto en la belleza de Dios.
Evitar el vacío del sin sentido.
Abrazar el heroísmo de la fragilidad humana.
Acariciar la energía sexuada
de la humanidad.
Conservar el aíre puro que nos queda.
Agradecer la vitalidad de la lluvia
y de las estaciones del año.
Compartir la tierra
con todos los hombres y mujeres,
dentro de los valores
de un desarrollo sustentable.
Sintonizar con toda la creación.
Cristificar lo profano y efímero.
Olfatear cotidianamente el aroma del esfuerzo extremo.
Sobre los logros de cada día,
esperar de Dios lo humanamente imposible.
Modelar el barro de nuestra condición
en el taller de la sabiduría eterna.
Asumir la urgencia concreta del ideal.
Dar pasos históricos hacia
la construcción mundana
de la justicia y equidad.
Vivir el drama de la liberación.
Destruir la maquinaria maldita
del narcotráfico.
Impulsar la acción no-violenta
en los límites de la opresión.
Activar la rebelión legítima,
como último recurso,
contra el capitalismo depredador.
Mantener la posición avanzada
del testimonio de la paz.

Es nuestro proyecto final más cristiano:
Edificar la Iglesia fraternal, profética
y liberadora en la roca de los siglos.
Desarrollar en plenitud
los derechos y deberes de los laicos
en la asamblea ecuménica.




DEL LIBRO: “CANTOS Y ANTI-CANTOS DEL UNGIDO Y DE LA ÚLTIMA CUMBRE” DE MARIO A. DÍAZ MOLINA.

 (*) Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de  Pedagogía en Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule. Colectivo Cultural Jorge Yáñez Olave.


viernes, 2 de noviembre de 2012

CARLOS MARCIO CAMUS LARENAS: UNA IGLESIA COMUNITARIA, PROFÉTICA Y LIBERADORA.



CARLOS MARCIO CAMUS LARENAS: UNA IGLESIA  COMUNITARIA, PROFÉTICA  Y LIBERADORA.
Monseñor Carlos Camus Larenas, Obispo emérito de Linares, nació en Valparaíso el 14 de enero de 1927. Hijo de Carlos Camus Gómez e Isaura Larenas Romo. Egresado de Ingeniería Química de la Universidad Técnica Federico Santa María. Estudió en el Seminario de Santiago y en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. Bachiller en Filosofía. Licenciado en Teología. Ordenado sacerdote en Valparaíso el 21 de septiembre de 1957 por Mons. Rafael Lira, obispo de Valparaíso. Párroco en Peñablanca, Quilpué, Población Achupallas (Viña del Mar) y La Matriz, en Valparaíso. Asesor de la Juventud Obrera Católica y de la Acción Católica Rural. Pablo VI lo eligió Obispo de Copiapó el 31 de enero de 1968. Consagrado en la Parroquia Matriz de Valparaíso el 3 de marzo de 1968 por Mons. Emilio Tagle, Arzobispo-Obispo de Valparaíso. Co-consagrantes principales: Mons. José Manuel Santos, Obispo de Valdivia y Mons. Carlos González, Obispo de Talca. El Papa Pablo VI lo trasladó a Linares el 14 de diciembre de 1976. Sucedió a Mons. Augusto Salinas, quien había renunciado por razón de edad. Tomó posesión por procurador en enero de 1977 y personalmente el 17 de abril de ese mismo año. Desempeñó diversos cargos en la Conferencia Episcopal y en el CELAM. Hizo la Visita ad limina en 1979, 1984, 1989 y 1994. Retirado, el 17 de enero de 2003. Estos son datos objetivos que nunca dejarán de encontrarse en una biografía de Don Carlos Camus. Pero, lo que escribiremos  es una opinión personal sobre su importancia pastoral y espiritual en la historia de la Iglesia Chilena y Universal. No puede ser menos y veremos porque.
Hay lecturas ideológicas sobre el Obispo Camus, que no valoran su impronta pastoral desde una experiencia religiosa. No se puede hacer este análisis desde criterios de fe que no se tienen. El “Obispo de Chile”, como alguien dijo, es primero un Pastor de la Iglesia, desde este dato concreto se puede situar toda su labor pastoral, que se concretizó en la defensa de los derechos humanos; en su lucha contra el centro de tortura que funcionó en  Colonia Dignidad; en su convocatoria pluralista que hizo visible la doctrina social de la Iglesia como núcleo que ilumina las diversas opciones políticas de los fieles: es legítimo ser católico y ser de izquierda, de centro o de derecha, etc., pero, “viviendo los valores evangélicos como fundamentos de la acción política del cristiano”; y sobre todo, se concretizó en su apoyó a los campesinos para que se organizaran en comunidades cristianas alrededor de una capilla; este hecho social-religioso por si mismo significó una educación cívica-eclesial: hombres, mujeres, jóvenes aprendieron a organizarse y dar pasos de superación del asistencialismo y paternalismo del pasado. Una Iglesia fraternal, comunitaria, profética y liberadora emergió en la conciencia religiosa del católico de base, como un ideal más cercano y posible. En función de esta actividad eclesial-social desarrolló un “pensamiento pastoral” que quedó registrado en cientos de pequeñas publicaciones: cartas a los fieles, jóvenes, entrevistas, libritos, etc.; en resumen: renovó con moderación y realismo la pastoral diocesana. Hay un “estilo Camus”, es un “carisma”, que muchos fieles sienten que no se replica en la actualidad.
Algunos ven solamente los efectos políticos que inevitablemente están incorporados a toda pastoral, pues lo eclesial o religioso no funciona o no se realiza fuera de los conflictos socio-históricos. Conozco gente de izquierda que utilizó y propagó la imagen de un Obispo Camus “comunista”, nunca tuvieron un interés eclesial, les importaba la propia “acción política partidaria”; otros, usando el mismo calificativo, desvaloraron su labor humanitaria-pastoral, eran exponentes de  una derecha dura, que no aceptaba que un Obispo asumiera un compromiso valiente y acusador de la barbarie que contaminaba la convivencia nacional. Ambas lecturas son parciales e ideológicamente abusivas. ¿Era posible ser cristiano, un líder moral, un Obispo y ser neutral frente a los casos de derechos humanos que hoy se conocen y es imposible no dejar de calificarlos de brutales y crímenes de lesa humanidad? ¿Es un tema político? Por supuesto que sí, en el buen sentido de una ética política y evangélica. Y desde la perspectiva de un Obispo, es un tema pastoral con consecuencias políticas, pero sobre todo hay un valor moral-humano. Esto hizo Don Carlos Camus. Es lo esencial, que nunca debe dejar de ser lo “epistemológicamente central”, en un análisis de su labor como Obispo de Linares. No ver esta dimensión moral y espiritual y hablar en términos de una actitud, donde solamente un ideal político excluyente es lo que mide y valora su labor pastoral y los otros son simplemente enemigos y falsos, es una mentira ideológica, muy común en una forma cínica de hacer política en nombre de una supuesta fe. ¿Toda persona de derecha es falsamente católica? ¿Toda persona de izquierda es no-creyente o es falsamente católica?. Pienso que no. No es tan simple, como una mera lectura ideológica-partidista, sin perspectivas antropológicas más amplias.
Si se analiza la visión pastoral de Don Carlos Camus, es moderada, pero realizadora. No es un exaltado. Es demasiado lúcido para dejarse arrastrar por un “infantilismo pastoral revolucionario”. Creo que su pensamiento pastoral es digno de ser estudiado. Es una experiencia que puede nutrir una “teología pastoral” que al tener criterios, se puede reubicar en el proceso socio-religioso cambiante de los ambientes eclesiales actuales. Si estamos convencidos del valor de su pensamiento y su acción, rescatemos su “impronta” desde todas las posibilidades realmente pastorales y creyentes.
Don Carlos Camus, acercó la Iglesia a los pobres y humildes y si bien no realizó una “revolución” hizo factible ver los “ideales renovadores” como posibles. Cuando hay una capilla donde no se comenta la palabra de Dios en la misa, porque el celebrante no quiere hacerlo a pesar del reclamo de los fieles, o no se toma en cuenta a los laicos para reconstruir el templo parroquial o cuando un grupo de fieles le reclama a una autoridad eclesiástica que su párroco es alcohólico y “esclavo del dinero” y esta autoridad les dice: “soportan los vicios de su párroco o se quedan sin sacerdote”  y así, se siente que este ideal de Iglesia “más fraternal y respetuoso de los laicos” se hace de nuevo lejano. No son pocos los que se van de las parroquias y capillas. Mucha gente habla detrás de sus puertas, como típicos chilenos sin “personalidad social”. Personalmente hablo ahora, porque mañana hablarán otros intereses. Recuerdo a un ministro laico, que ideológicamente ponía su visión política por sobre lo pastoral-eclesial. Se definía como “camusista” en primer lugar, y no quiso seguir participando en la Iglesia, cuando llegó el nuevo Obispo. Dejó de ir a misa. Era impresionante escuchar su discurso anti-católico, después de verlo “adorar al Santísimo”. Hace tiempo que no lo veo.  Su lectura era exclusivamente política-partidista. ¿Alguna vez fue un creyente o era un enviado de su partido o un infiltrado? Creo que era creyente, pero su ideología mal ubicada en su escalada de valores, destruyó su fe.  Don Carlos Camus, siempre ha insistido en el pluralismo como una nota de la Doctrina Social de la Iglesia. Espero que por entre ciertos intereses no muy puros, se pueda seguir leyendo el legado pastoral de Don Carlos, Obispo emérito de Linares. ¿Quién podría negar argumentativamente que su labor pastoral se pueda valorar a nivel de la Iglesia universal? Por lo tanto, podemos seguir aplicando su “sabiduría pastoral”. Tenemos sus libritos y cartas, etc. y nuestra historia de fe que vivimos junto a su labor episcopal.
Mario Andrés Díaz Molina. Estudiante en Práctica Profesional de 5° año de Pedagogía de Religión y Filosofía de la Universidad Católica del Maule.